La dualidad entre virgen y puta hunde sus raíces en la tradición judeocristiana desde el mito de Eva, como parte casi basal de un esquema heteropatriarcal en el que la mujer debe aceptar unos roles definidos con precisión: madre y esposa santificada al cuidado familiar en el día, prostituta al servicio del deseo marital en la noche. No hay discusión posible cuando la imposición es casi divina, como mucho, puede ser debatido como paradójico origen de complejos masculinos, tal y como introdujo Freud para relegar todavía más la figura femenina. Y aunque las olas feministas
La dualidad entre virgen y puta hunde sus raíces en la tradición judeocristiana desde el mito de Eva, como parte casi basal de un esquema heteropatriarcal en el que la mujer debe aceptar unos roles definidos con precisión: madre y esposa santificada al cuidado familiar en el día, prostituta al servicio del deseo marital en la noche. No hay discusión posible cuando la imposición es casi divina, como mucho, puede ser debatido como paradójico origen de complejos masculinos, tal y como introdujo Freud para relegar todavía más la figura femenina. Y aunque las olas feministas ha...